Es
un día lluvioso de noviembre, de esos que deseas estar relajada en casa,
descansando y tomando un te mientras miras una película en el televisor. Por
desgracia, Anna no puede hacerlo. Tiene en su interior una sensación de
tristeza, desamparo y desolación. Sabe perfectamente que no es una persona
feliz y mucho menos afortunada, ya que la vida parece que en todo momento le da
golpes y más golpes que la agotan y desgastan.
Anna
tiene diecisiete años y sufre bullying en su instituto. Todos los chicos y
chicas de su edad, incluso los menores y los mayores, la conocen como la
“zanahoria”. Sin duda alguna, por el color de su pelo: es pelirroja.
Pero
hoy, la situación de Anna ha sobrepasado el límite. Sus compañeros la han
agredido al salir de clase. Una vez en su casa, tras haber huído corriendo de
esos niños crueles, Anna se mira al espejo mientras se limpia con agua y algodón la sangre seca que tiene debajo del
labio. Su herida no le causa dolor físico, sino un terrible pesar en su
corazón. Sabe que su situación no puede ni debe continuar de esa manera. Ha
llegado al punto en el que no le importa lo que puedan pensar sus compañeros de
su pelo. Ella solamente quiere vivir en paz, y esto es algo que le parece
desgraciadamente imposible.
Lo
último que se pierde es la esperanza, y Anna ya ha superado ese tope. Despacio
y silenciosamente, coge un trozo de papel y un lápiz de su estuche. Sin
encender la lámpara, valiéndose únicamente de la luz tenue que se cuela entre
los agujeros de la persiana, Anna escribe el que será su último adiós, agradeciendo
a sus padres y hermana todos sus esfuerzos que han hecho por ella.
Deja
el trozo de papel doblado encima de la cama de su madre y sin ponerse el
abrigo, sale por la puerta de la cocina, que comunica con el jardín y este, a
su vez, con un frondoso bosque. Anna conoce bien el camino que lleva al
mirador. Para ella es un lugar de calma que visita siempre en sus peores días.
Desde
el mirador, Anna se pone de pie encima de la barandilla que la separa del
precipicio. Siente el viento y las gotas de lluvia en su cara. El anhelo de
volar y sentirse como un pájaro es hoy más fuerte que nunca, irreprimible.
Cerrando los ojos con fuerza, se arma de valor y se deja caer en su deseado
sueño.
1 comentario:
¡Qué suavidad y qué belleza para un tema tan duro!. En algunos momentos parece lírica.
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