30 mayo 2007

Cuéntame cómo te ha ido

Pedro vivía amargado. Él creía que el hecho de marcharse de casa, de independizarse, de construir su nueva vida, le haría vivir más tranquilo, sin tener que estar día y noche con sus padres encima. Pero no había sido así. Cada día, a la diez de la noche puntualmente sonaba el teléfono del salón. Era su madre, que preocupada por su hijo llamaba. No es que tuviera motivos para llamar, al cabo y al fin, también hablaba con su hijo a la una del mediodía, pues le llamaba aprovechando que este tenía una pausa para almorzar, y ya por culpa de esto tenía que comer siempre en un cerrar y abrir de ojos. Además, siempre decía la misma frase: “Cuéntame cómo te ha ido.” Fuera lo que fuera, cómo te ha ido el examen, cómo te ha ido con la novia, cómo te ha ido en clase, cómo te ha ido en el cine, cómo te va el trabajo en la hamburguesería…

No es que no le gustara que su madre se preocupara por él. Entendía, que, por mucho que le pesara, las madres se preocupan obsesivamente por sus hijos. Lo que pasaba es que siempre tenía que estar pendiente de las llamadas de su madre. Estar en casa a las diez para que llame, llevar siempre el móvil enchufado, pensar que le dirá si le pregunta por la clase de anatomía o por la academia de inglés, o por el gimnasio, o por los amigos.

Aunque, a decir verdad lo que más le fastidiaba era que le dijera: “Cuéntame, cuéntame cómo te ha ido con tu novieta”. Porque, la verdad es que no tenía novia. Pedro había hecho en la universidad nuevos amigos, incluso había salido algunas veces con chicas, pero se había quedado aquí, a una cita, pues era joven y aún no tenía ganas de ligarse tanto a nadie. Pero conocía demasiado bien a su madre. Cuando a medio curso le dijo: “Cuéntame cómo te ha ido con las chicas” él intuyó lo que ella quería sentir, y se inventó una supuesta Inés para tenerla contenta.

Pero el momento culminante fue un día en que se fue de fiesta con sus colegas de la facultad. Estaban en un local que estaba bastante de moda en la ciudad, charlando con unas chicas de económicas y empresariales cuando sonó su teléfono móvil. Era su madre. Pedro, enfadado contestó: “Qué quieres!”, y su madre se puso pegar gritos, “que si porque no nos has llamado para decirnos que estabas bien”, que si “nosotros patiendo cómo unos condenados”… Él no entendía nada pues ya había hablado con su madre a las diez como siempre. Se excusó ante sus amigos y se fue al lavabo. Notó como se reían de él a sus espaldas. Cuando llegó al lavabo su madre le dijo que si porque no había llamado cuando había habido la explosión.
-¿Qué explosión? -Preguntó él.
- ¡La explosión que ha habido en el barrio de la Murrieta de Alcalá!
- Mamá, pero si el barrio de la Murrieta está al otro lado de la ciudad, lejos del campus!
Cuando salió del lavabo ya no encontró a sus amigos. Se habrían ido, pensó. Esto le hizo enfadarse mucho con su madre, y al día siguiente, a las 9:55 de la noche … Desenchufó el teléfono.

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