25 mayo 2012

El hombre zanahoria


El destino había querido que Jorge fuera el primer humano mutante de la historia. Un cúmulo de casualidades habían modificado su estructura genética hasta convertirlo en un hombre zanahoria, dotándole con el poder de desplazarse a una velocidad imposible para cualquier otro ser humano.
Al otro lado de un pasillo a oscuras, María, su amada, le esperaba. Para salvar su vida tendría que correr a una velocidad como nunca antes lo había hecho. Tendría que superar la velocidad de la luz.
Jorge se concentró. Tomó aire en sus pulmones y dejó que su mente se quedara en blanco. Las enseñanzas de Antonio, su maestro, resonaron en su mente:
“ Visualiza lo que quieres conseguir, hazlo posible en tu mente  y nada te resultará imposible”.

Jorge visualizó la carrera en su mente, desde la primera zancada hasta el salto final que lo llevaría a salvar la vida de María. Cuando estuvo preparado levantó la mano accionando el interruptor. En ese mismo instante sus piernas empezaron a moverse.
Fue en su tercera zancada cuando las luces de neón del pasillo comenzaron a parpadear. El significado de aquella señal era innegable: La luz se aproximaba. Inmutable ante el riesgo que se cernía sobre ellos, Jorge siguió corriendo tan rápido como sus piernas se lo permitían, lamentando no tener unas piernas más largas, para acortar más rápidamente la distancia que lo separaba de su amor.
El pasillo se fue acortando, cada vez era menor la distancia que lo separaba de María. Sin embargo, al mismo tiempo el neón seguía parpadeando, cada vez con intervalos más cortos, anunciando la inminente llegada de la luz. El tiempo se acababa y Jorge lo sabía perfectamente.
En un titánico último esfuerzo saltó. Sabía que el momento de la llegada de la luz era inminente y que aquella era su última oportunidad: necesitaba acortar la distancia que lo separaba de María inmediatamente o las fuerzas del mal se apoderarían para siempre de su amada.
Contuvo la respiración y saltó. La intensidad del salto le desequilibró  el cuerpo. En ese mismo instante supo que había fracasado. Cayó al suelo, a un metro de María. Entonces se encendió definitivamente la luz.
Jorge notó un reguero de sangre cayéndole desde la frente. Entonces acepto que él y su amada morirían.

1 comentario:

Teresa dijo...

Bueno, Llorenç, la redacción es correctísima aunque no alcanzo a ver qué relación tiene con el tema: lo de confundir la zanahoria con la velocidad me parece como lo de confundir la gimnasia con la magnesia.