04 mayo 2012

En tan solo unos instantes...

Un leve rayo de sol, que anuncia la llegada de un nuevo día, rompiendo la oscuridad y los miedos de la noche, ilumina la segunda camilla de la habitación número 13 del hospital de Santa María del mar. Me despierto y miro a mi alrededor; todo ha sido un sueño, no estaba paseando por la playa con mi perrito Lucas. El olor a mar me había llegado hasta allí; estaba segura. Los médicos decían que las alucinaciones eran una de las consecuencias de la enfermedad que padecía y ahora ya no podía ni soñar porque cuando soñaba y les contaba a mis padres lo que había pasado por mi cabecita, mamá lloraba. Sus lágrimas, que intentaba contener, resbalaban por su mejilla dejando por inútiles todos sus esfuerzos. Yo notaba que mi enfermedad había roto por completo la harmonía familiar, pero no entendía por qué. Todo empezó un jueves por la tarde, un día primaveral de lluvia, aún lo recuerdo. Estábamos en clase de dibujo cuando, de pronto, una especie de nube gris se apoderó de todo lo que alcanzaba mi vista. Pensaba que había llegado un gran huracán o que alguna tormenta inmensa se avecinaba pero aquellas sensaciones solo pasaban por dentro de mi cabeza; después me lo contaron. Los demás niños no sentían nada de aquello, tampoco los mayores. Me desmayé y me desperté en esta camilla del hospital en que me encuentro tumbada desde hace por lo menos un mes. Los primeros días que pasé aquí eran divertidos. Las enfermeras eran muy simpáticas y mi doctora me llevaba una bolsa de caramelos cada vez que me visitaba, pero ahora ya no; dicen que no puedo comer más caramelos de momento. Ahora ya no me gusta todo esto, el hospital es aburrido; en mi habitación hay otra cama donde duerme una niña de mi edad, pero no habla ni abre los ojos, está como durmiendo todo el día. Siempre le pregunto a mi madre como puede ser que tenga tanto sueño. ¿No tiene ganas de jugar? Yo he intentado jugar con ella más de un día; se llama Mónica, pero los médicos me dicen que no la moleste, que esta cansadita. No quiero estar más aquí, quiero volver a casa y jugar con mis amigas y con mi hermano. Al principio de estar en el hospital mis padres estaban contentos y aún sonreían. Sus ojos brillaban y no paraban de repetir: -Cuando volvamos a casa jugaremos a esto, comeremos lo otro…Ahora no, ya no dicen nada de esto. Sus rostros están tristes y de vez en cuando lloran bajito. Ellos se piensan que no los oigo. No quiero que estén tristes pero tampoco sé que hacer para evitarlo. Sé que todo esto es por mi culpa. Des del día en que me dijeron que tenía..¿cómo se decía? Tumor cerebral, que ya no eran los mismos. Cuando mi hermano me visitaba me tocaba con cuidado, como si yo fuera a romperme con sus abrazos. No sabía lo que tenía ni lo que significaba aquello para mí ni para mi familia, solo sabía que nos había llevado una especie de tristeza y que me producía un dolor de cabeza que a veces solo me dejaba hacer una cosa: dormir, dormir durante horas y soñar cada vez más e imaginar nuevos mundos. A veces las palabras hieren. No sé si vale más la pena oír, saber, o imaginar. La doctora entró en la habitación mientas yo tenía los ojos cerrados. Mis padres pensaban que dormía pero no, la falta de fuerzas me impedía abrir los ojos o dibujar a penas una sonrisa. Los resultados de mis pruebas habían dejado claras todas las dudas acerca de mi problema. El tumor era maligno; dijo la doctora. Yo no sabía lo que comportaba esto, pero las palabras que pronunció mi doctora me hicieron conocer de golpe toda la verdad. Iba a morir, podía ser al cabo de unos días (como máximo un mes), al cabo de unos instantes…Mi cabeza dejó de pensar y caí en un estado de sueño que duró prácticamente dos días. Me despierto y mis padres y mi hermano están aquí, con sus ojos clavados en mi pequeño cuerpo abatido por los meses de sufrimiento. La tristeza de sus rostros se mezcla con la alegría de poder tenerme aún aquí con ellos. Mamá me coge fuerte la mano, sabe que ya no se puede hacer nada por mí. Lo único que pueden hacer es acompañarme hasta el final, que verdaderamente solo yo puedo conocer; solo yo soy consciente de que mis ojos cansados por el esfuerzo de vivir se cerrarán, para no volverse a abrir más, en tan solo unos instantes… CLÀUDIA BOCHACA SABARICH

1 comentario:

Teresa dijo...

La redacción es irreprochable, bordada si dejamos aparte un par de errores ortográficos ("desde" y "apenas" forman una sola palabra, falta algún acento) y una expresión que no es correcta: "Al principio de estar en el hospital" debes sustituirla por "Los primeros días en el hospital"