07 marzo 2007

La mejor noche de mi vida

“Todo está a punto para la gran noche. Un año más la Academia repartía sus premios. La alfombra roja por dónde desfilarían las caras más conocidas del cine del momento, la más glamurosa de las alfombras está ya extendida a la puerta del Teatro Kodak”. Eso lo decían cada noche de los Oscar los locutores de todas las radios y los presentadores de todas las televisiones del mundo. En cambio, el lugar dónde yo estaba siempre había sido ignorado. A más de mil quilómetros de Hollywood, en Sundance, Utah, se celebraba el festival de cine independiente considerado más importante del mundo.

Allí estaba yo, en un pequeño hotel que en invierno alojaba esquiadores. Estaba con mi compañera Luisa Ferrer, los dos nos hacíamos compañía. Nuestro film optaba a ser elegido mejor guión, y nosotros mejor actor y directora. Estábamos impacientes. Para nosotros era muy importante. Quizás parecerá que los premios de Sundance tienen poca difusión, pero el cine independiente es otra forma de entender el arte del cine. No se hacen superproducciones, llenas de efectos especiales y con tramas rápidas. Las nuestras eran unas películas lentas, rodadas con pocos medios que intentaban poner los sentimientos y las ideas por encima de todo. En una palabra: arte. Nuestro trabajo era duro. No pretendíamos llegar a las masas. Sabíamos que poca gente es aficionada al cine auténtico.

El ambiente estaba tenso. Los dos sabíamos que aquella iba a ser una noche muy importante. Estabamos en silencio. Intenté romper el hielo:
- ¿Que Luisa? – Dije sin saber bien que decir…- ¿Cómo vamos de nervios?
- ¡Uf! ¡No me hables!¡Estoy que trino!
- ¿Quieres que hagamos algo? -dije- ¿que salgamos un rato a airearnos?
- Bueno… ¿Qué propones?
- No se, vamos a algun bar a tomar algo…
- ¡Si mejor, aquí me asfixio!

Salimos dimos una vuelta por la ciudad y entramos en una cervecería propiedad de descendientes de inmigrantes irlandeses. Tenían fama de hacer buena cerveza. Pedimos dos jarras y nos sentamos en una mesa. Nos pusimos a hablar sobre nuestros inicios, siempre hemos trabajado juntos. La conversación se volvió cómo todas las charlas de sábado noche que tantas veces habíamos tenido. Las jarras de cerveza, por cierto realmente rica y con un gusto muy especial, se fueron sucediendo encima de nuestra mesa, y se fueron vaciando. Ya a la madrugada, vinieron unos amigos y amigos del dueño de local y descendentes de inmigrantes, y con un violín y una gaita empezaron a cantar viejas canciones de la amada Irlanda. La cerveza dio lugar al whisky, muy añejo, muy fuerte. No me gusta el whisky pero bebí con los demás.

Ya salía el Sol cuando la fiesta terminó. Volvimos con Luisa al hotel. Estábamos cansados y muy bebidos. Cada uno se fue a dormir a su habitación. Al poco rato vino Marcelo, el cámara del equipo a mi habitación. Luisa lo acompañaba con cara de sueño. Marcelo gritaba, gritaba mucho. Me explicó que habíamos recibido el premio a mejor película, pero que por nuestra falta no se habían podido recoger. “Los premios” pensé. Y me volví a dormir tan ancho.

Siempre he pensado que esta fue la mejor noche de mi vida, pues simplemente pasamos de todo el resto del mundo para hacer realmente lo que nos dio la gana, y hacer cómo cualquier sábado, un día que tenía que ser, y fue, muy importante.

2 comentarios:

Teresa dijo...

Quim:
Está muy bien. Tienes algún catalanismo que es el error que más sueles cometer (descendientes en vez de descendentes) pero, nada más.
Al final, incluso podrías prescindir de la aclaración de por qué es la mejor noche de su vida, también está bien dejar deducir al lector lo que sugieres en el texto, le mantienes más el interés que si se lo das todo comido.

Anónimo dijo...

Esta muy bien quim, siempre tan original tu!