27 enero 2012

QUERIDA MAMÁ

Querida mamá,

Ayer por la noche, nos llamaron. Entraron en nuestro campamento, los jefes, gritándonos. Estábamos todos en la cama, era muy tarde. Durante el día habíamos hecho pruebas físicas y habíamos disparado contra unos objetos que se movían.

Nos hicieron levantar corriendo. La guerra continuaba. La guerra no es un juego, y en esos momentos tenía miedo.

Nos vestimos y salimos a formar. La oscuridad de la noche estaba rota por los grandes focos. Me cegaban, estaba ahí, de pié pero no era capaz de reaccionar. Veía a los demás corriendo, pasando delante de mis ojos, todo iba muy rápido.

Estaba tan perdido, mamá…

Oía los gritos de los más veteranos y también, lejos, el ruido de la guerra. Era un ruido que no me era familiar. Era fuerte y retumbaba dentro de mi cuerpo, acelerando el ritmo cardíaco.

El capitán me vio parado en medio de la multitud y se me acercó.

- ¡Marcos! ¿Qué hace usted ahí parado? sus compañeros ya están preparados.

Mamá, me rompí. Sabía que papá estaba mirándome. Sabía que no le podía fallar, pero tenía mucho miedo. Cogí mi equipo y me fui con los demás. Pedro estaba a mi lado. Él no tenía miedo. ¿Te acuerdas, mamá, cuando jugábamos delante de casa a batallas? Nuestro juego preferido de infancia estaba a punto de cumplirse, los dos juntos, contra otros muchos como nosotros… Me dio fuerzas cuando me miró, me sonrió, me agarró por el brazo y me dio un abrazo. En el oído me dijo que nuestro sueño estaba a punto de cumplirse. Estaba emocionado, se le notaba en el brillo de los ojos. Era más valiente que yo. En ese momento sentí una fuerza que me hizo cambiar el miedo por una sensación extraña.

Salimos del campamento corriendo y nos pusimos donde nos dijeron, para esperar al enemigo. Pedro estaba en un montículo, que quedaba a un lado del sitio donde estaba yo.

Otras luces me cegaron en medio de la oscuridad del campo de batalla. Eran los tanques de los adversarios. Miré al lado y me crucé con los ojos de Pedro, me guiñó un ojo, sonrió y empezamos a disparar. Me temblaban un poco las piernas, pero mis brazos estaban firmes y disparaban a los otros. El miedo se fue, y sentí que lo estaba haciendo, que papá podía estar alegre y contento con su hijo. Supongo que me estaba mirando des de lo más alto.

De repente, una bala tocó a mi compañero. Le tocó el brazo izquierdo. Intenté ayudarle, pero tenía que seguir disparando. En ese momento las cosas sí que iban rápido, el tiempo pasaba sin que nos diéramos cuenta. No sé cuánto tiempo estuvimos ahí.

En un momento dado miré al montículo de al lado, Pedro sonreía i gritaba mientras disparaba. Agarraba la metralleta con mucha fuerza, con el brazo firme y sin tambalearse ni un momento. A mí me costaba más. Era más débil. Mi compañero gemía a mi lado, le decía que aguantara. Que pronto terminaría… y para mí, mamá, todo terminó. Cuando me di cuenta estaba corriendo hacia el montículo de al lado. Se oían gritos y había niebla, por la arena levantada. Mis piernas corrían solas, todo mi cuerpo respondía a unas órdenes que no sabía si realmente eran mías. Noté un fuerte dolor en el corazón, no sabía que me pasaba.

Mamá, te prometo que intenté ser valiente, te juro que quería que papá estuviera orgulloso de mi, esté donde esté, pero no puedo. Ahora ya no.

No recuerdo casi nada más. Se terminó la batalla y esta mañana me he despertado con el corazón encogido y con el cuerpo dolorido. He mirado a mí alrededor y no he visto nada. Había cosas sí, pero nada conocido. Me he sentido muy solo.

Mamá, Pedro murió.

Tengo mucho miedo y no puedo seguir.

Hoy vuelvo, con Pedro, a casa.

JUAN.

2 comentarios:

Mak dijo...

Como se llama el protagonista finalmente? MArcos o Juan?

Teresa dijo...

Muy bien redactado, Marta. Lo único negativo son las faltas, básicamente acentos. Con las frases cortas consigues imprimir un ritmo rápido al texto que va bien con la rapidez de la batalla.