27 mayo 2012

LA ZANAHORIA



Era mes de mayo y la tarde caía sobre los campos. En casa de los Bulf no corrían buenos tiempos. En invierno las condiciones no habían sido favorables para las cosechas. Había llovido poco y había venido una plaga de bichos que se habían comido la mitad de las plantaciones que tenía la familia como negocio. Solo les quedaba el pequeño huerto familiar en el cual no confiaban mucho porque para él las condiciones habían sido las mismas. Tenían algunas gallinas y pollo, pero esto no era suficiente. Si no salía adelante la cosecha no tendrían nada y si el huerto no revivía tendrían que marcharse a la cuidad en busca de una vida mejor, no habría más remedio que abandonar su vida. Si no se puede comer se tiene que buscar alguna otra salida.
En la familia eran 8 personas y había otra en camino. Eran el matrimonio de los Bulf, Perdro y María (una pareja mayor, alrededor de los 80 años), el hijo pequeño del matrimonio, José, su esposa Clara, embarazada de 8 meses, y sus 3 hijos y finalmente Manuel, el hermano del señor Bulf, un hombre soltero de unos 70 años, un poco malhumorado pero que sabía muchas cosas sobre la vida.  
De los dos hijos del matrimonio Bulf, el mayor había ido a la ciudad a trabajar de escritor en un periódico y cuando podía les hacía una visita, mientras tanto, para no perder el contacto, les escribía cartas. Estas cartas solo las sabía leer Clara la mujer del hijo pequeño, que también era la encargada de retornarlas.
La casa era una cabaña rodeada de montañas y prados, grande, pero sin muchos cuidados. La familia vivía únicamente del campo y por eso dedicaba todo su tiempo a mantenerlo perfecto, para poder hacer una buena cosecha y poder tener un plato en la mesa.
Ese año la familia Bulf estaba muy apurada. Tenían 8 bocas que alimentar, otra en camino y lo único que podían hacer era intentar que no murieran las pocas plantas que les quedaban sin ser comidas y machacadas por los bichos.
Una tarde de sábado, la casa se vio agitada por un giro inesperado. Clara se había puesto de parto. Su marido estaba en el campo, y tuvo que correr para llegar a la cabaña a tiempo. Mientras tanto dejó a su tío a cargo del huerto.
Por la noche, no quedaba ya casi pan en la mesa, tuvieron que repartirlo en trozos muy pequeños, y solo quedaba sopa aguada, sin substancia.
Clara acababa de traer al mundo a una hermosa niña, la cuarta. La mayor se llamaba Sofía, el segundo Pedro y el tercero Juan. A la hora de cenar, llegó a casa el tío Manuel con una buena noticia, con una sorpresa. Esa misma tarde, al marchar el sobrino a casa, él se había quedado quitando malas hierbas, pero en un rinconcito del huerto había encontrado por sorpresa suya unas cuantas zanahorias. Regó la zona y cogió las que ya estaban crecidas. En esas zanahorias vio la posible recuperación de su huerto y de su familia. Si había salido una verdura, tal vez podrían salir más. Cuando se las enseñó todos se emocionaron, esa noche podrían cenar y tal vez también comer el día siguiente, pero lo más importante era que si conseguían que no murieran podrían tener muchas más. La pequeña niña, se llamó Zanahoria, en honor a esa verdura tan querida por ellos.

MARTA OLIVA ALBERT

2 comentarios:

Teresa dijo...

También tu redacción, como la de otros compañeros tuyos le da al tema un tratamiento bien original. ¡Bien hecho!

Mak dijo...

Tere comentas a todas y la mia te la saltas!!