28 noviembre 2006

La vida de un “hormiga”.

A Antonio se lo habían dicho mucha veces. Lo tenía asumido. Sí, él era eso, un “hormiga”, o por lo menos, el se consideraba, más “hormiga” que “cigarra”. Tenían razón, en su escala de valores el trabajo era lo primero, antes que el ocio, los amigos e incluso la familia. Simplemente pasaba por delante de todo.

Se levantaba temprano por la mañana, repasaba sus documentos, desayunando, antes de dirigirse a la oficina. Preparaba un bocadillo y salía de casa a las siete de la mañana. Paraba en el quiosco a comprar el periódico. Cogía el metro. A esas horas aún estaba vacío, nadie rondaba por la ciudad tan temprano. Bajaba del metro y se dirigía a unas roñosas oficinas de un suburbio. Fichaba, una hora antes de lo que tocaba y empezaba a preparar sus cosas. Encendía las luces y los ordenadores y preparaba la máquina de los cafés. Estas tareas le ocupaban unos diez minutos. Entonces empezaba a pasar papeleo y corregir informes de los demás. El primero en llegar, a las siete y media, era el chico de los recados y recepcionista que empezaba su turno. Al cabo de tres cuartos de hora empezaban a llegar sus compañeros. Les saludaba amablemente y les dejaba hacer. A las ocho y media llegaba el jefe. Le preparaba un café, corto, muy corto, y le daba el periódico que siquiera había osado abrir. Trabajaba hasta la hora de comer. Todos sus compañeros salían a comer fuera, pero él, paraba sólo unos minutos y comía un bocadillo que se había preparado en casa. Seguía trabajando hasta las ocho, hora en que los trabajadores de tarde acababan y cerraban la oficina. Se iba a hacer cuarto gestiones fuera de la oficina y volvía a casa pasadas las nueve. Se sentaba a trabajar, ignorando sus hijos que querían jugar con él, cenaba, pensando en todo el trabajo que se había olvidado de hacer e ignorando a su mujer, trabajaba un poco más y se iba a dormir sobre las doce..

Sí, en esta rutina tenían que vivir los que convivían con él. Fina, su mujer, que había dejado de trabajar hacía un tiempo porque su marido no hacía nada en casa, pasaba mucho tiempo con los niños. Pero añoraba su marido de antes, joven y con ganas de vivir, que nunca pensaba en el trabajo, cuando era “más cigarra que hormiga”.

Un día Fina decidió organizar una fiesta en el jardín. Invitaron a todos sus amigos, a cenar junto con sus hijos. Fina pasó toda la tarde de aquel sábado trabajando en una riquísima y original cena. Al llegar a casa su marido, se metió cómo cualquier otro día en el despacho y siguió trabajando. Llegaron sus amigos y lo llamaron varias veces. No salió, y decidieron cenar sin él. Fue una velada encantadora, todos recordaban su juventud y tiempos pasados. Una profunda melancolía les apretaba el corazón. Todos estaban allí, los de la pandilla de juventud, menos Antonio. Antonio trabajaba.

Fina no aguantó mucho más aquella situación y pidió el divorcio. Al cabo de unos meses ella y los niños se fueron de casa, y Antonio decidió buscar a sus amigos. Pero poco querían saber de él sus antiguos amigos, que ahora sólo mantenían relación con Fina. Pensó en irse a vivir a casa de sus padres, pero estos hacía mucho tiempo que no tenían relación con él.

Fue así, cómo este “hormiga” se quedó solo y abandonado en la vida.

2 comentarios:

Teresa dijo...

Quim:
Está muy bien redactada. No explicas una historia original pero lo haces con léxico tan bueno y tan bien estructurado que casi no se nota que la historia no engancha.
Entre Don Nadies y hormigas nos hemos puesto un poco grises. Para el segundo trimestre intentaré dar más color a los temas.

koen dijo...

Quim somos el koen y el sergi, tu redacción nos gusta mucho esta de puta madre! adios quim! un 10 jaja