19 noviembre 2006

Sonaron todas las alarmas de la ciudad

Era un día normal y corriente en la norteamericana ciudad de Nueva York con su típico y extenso ruido, con los coches de policía yendo de un lado a otro, con las distintas paradas de perritos calientes, los bares, los cafés, las distintas grandes y pequeñas tiendas, los colosales edificios de negocios… en definitiva, lo típico en la metrópolis de Nueva York.

Angelina Hawkeye era la encargada del departamento de anomalías meteorológicas. Mientras estaba a punto de comerse el delicioso Donut relleno de crema y untado de gruesas líneas de chocolate con leche, entró uno de sus ayudantes y le interrumpió en su gran momento de placer avisándole de que los radares atmosféricos habían detectado una extraña alteración. Angelina renegó contra los mandatarios de todas las industrias del país y siguió a su ayudante.
Angelina llegó a una sala llena de ordenadores y grandes pantallas panorámicas, una sala algo oscura a su gusto. Sólo había dos personas sin contarlos a ellos. Uno estaba sentado en un pequeño escritorio lleno de dulces y algunas tazas de café a parte de muchos papeles y dossiers que estaban escampados por la mesa de cualquier forma. El hombre no se inmutó en absoluto con su llegada. Angelina se fijó en su pelo castaño oscuro recogido en una mini coleta y en su camisa blanca algo desabrochada y sujetada por dos tirantes negros.
El otro estaba sentado en una silla de ruedas de cara a ellos. Parecía ser el que se ocupaba de controlar los radares a través de la enorme computadora. Éste llevaba puesto una camisa azul clara cubierta por un chaleco azul marino y unos pantalones tejanos. Su pelo era de un color marrón muy pálido y estaba sujetado por una cola con un lazo de tela verde que le llegaba en medio de la espalda. Angelina se quedó sobresaltada de ver que en su departamento hubiera trabajadores tan peculiares como esos. La verdad es que aunque fuera la encargada no conocía todo el personal del departamento, ella se limitaba a revisar todos los informes que le daba su secretaria y ya estaba.
El que estaba en la computadora se acercó a ella y le pidió que mirara a la pantalla la cual emitía una imagen con colores invertidos de los movimientos de la atmósfera. Miró y no notó nada extraño. Entonces, se fijó más y vio que una parte de esta tenía un color diferente y se estaba esparciendo a grande velocidad. De repente, entró otro ayudante casi al borde de la histeria. Habló del cielo que estaba extraño y todos salieron, incluido el que los había ignorado desde buen principio. El cielo había tomado un fuerte color casi amarillo, como si alguien hubiera pintado las alturas con un spray viejo y gastado. Mientras miraban pasmados ese espectáculo, sonaron las alarmas de todas las oficinas del departamento con un ruido casi virulento, pero no sólo sonaron las de su departamento. También, las de todo el edificio y las de toda la ciudad. Después de unos cinco segundos infernales, se fueron apagando todas. Todos se preguntaban por qué las alarmas habían sonado de repente sin ninguna razón aparente. El chico de la silla de ruedas dio con la solución comprobando datos en su computadora. Por lo visto, ese tipo de gas que se había creado en la atmósfera, también se había expandido en parte del universo y había afectado a uno de los satélites que sobrevolaban la tierra haciendo que este enviara una señal fónica que hizo disparar a todas las alarmas de la ciudad.
Después de ver que todo había pasado y que el cielo ya volvía a tener su color característico, todo volvió a su normal y monótona rutina, pero no todos estaban tan tranquilos. Había uno que creía que aún no se había terminado el suceso.

Angelina dormía plácidamente dentro de su cama matrimonial en su piso de soltera. De repente, sonó el horrible eco del teléfono de encima de su mesita de noche. Quiso no coger el teléfono y seguir durmiendo, pero al final sucumbió a cogerlo.
- ¿Quién es?- dijo de mala gana preguntándose quién podría llamar a las tres de la madrugada.
Una voz masculina y algo débil le respondió desde la otra línea.
- Soy Adam Justpilwike, el encargado de la supervisión de los radares de su departamento. Perdone que le llame a estas horas, pero le agradecería que viniera al edificio 12 de la calle tercera. Por favor, es muy importante. Llame al segundo piso. Adiós.
Alto y claro. Angelina se quedó con el auricular en las manos, colgó y decidió seguir las indicaciones de ese chico, de mala gana, claro.

Tras coger un taxi nocturno y llegar a la calle tercera, se dirigió hacia el edificio 12. Hacía mucho frió. Oprimió su dedo contra el interruptor del timbre del segundo piso y se abrió la puerta. Ella entró en el edificio. Tenía una estructura bastante moderna. Subió por las escaleras de caracol hasta el segundo piso. La puerta estaba abierta. Entró y la cerró. Entonces, le vino a recibir Adam, el que le había despertado de su sueño. Éste se disculpó y la guió hasta la cocina del piso. En ésta, también esperaba el otro trabajador moreno quien la había ignorado de forma casi provocadora durante el trabajo. Angelina se fijó en un detalle; iba en pijama a diferencia del otro que estaba vestido con su ropa diaria. Adam cogió un portátil que había encima de la pequeña mesa, se giró hacia ella, lo abrió y le enseñó unas fotos en que salían extrañas figuras fugaces en las alcantarillas.
- Hay testigos que afirman haber visto gente o incluso, bestias deformadas en las alcantarillas, pero la policía no les ha hecho caso. He pensado que quizás… pueda ser cierto y que eso, lo provocara el extraño gas que apareció el otro día. Pensé que era necesario que os lo dijera…- dijo las últimas palabras casi como un susurro.
Angelina no dudaba de su teoría ya que las fotos se veían cien por cien reales, pero lo que no sabía era qué quería que hiciese. Como si le leyera el pensamiento, el hombre con pijama le respondió:
- El plan es entrar en las alcantarillas y comprobarlo por nosotros mismos. ¿Te atreves a venir o no?
Angelina se lo tomó como un reto y aceptó.

Mientras recorrían las repugnantes y malolientes alcantarillas, Angelina se maldecía a si misma por haber aceptado ya que el estilo de caminar entre aguas podridas y sucias no le gustaba. Cada vez, se adentraban más y más en las cloacas y ese olor a huevo podrido se hacía más y más fuerte. Ella iba al cabo de la expedición, detrás de ella iba el moreno de la cola el cual había dicho llamarse Neil Handsom y llevaba a cuestas a Adam. De repente, vieron una luz intensa al final del túnel y corrieron hasta ella atravesando una pequeña cascada que era producida por un cilindro y finalmente, llegaron a una cavidad normal de las alcantarillas. Pero lo que realmente sorprendió a los tres fue que un grupo de pupilas cristalinas y rojizas les miraban inquisitoriamente. El misterio de las bestias había quedado resuelto. Algunos parecían humanos, otros bestias, pero todos deformes; semibestias semihumanos… Había unos ocho y no parecían tener buenas intenciones. Éstos iban abalanzarse contra ellos cuando Neil sujetó con una sola mano a adam y de dentro de su camisa sacó una granada, le quitó el seguro y la tiró contra los monstruos mientras gritaba: <<¡¡¡Corre!!!>>. Y salieron corriendo como alma que lleva el diablo.
¡¡ ¿De dónde se supone que has sacado eso?!!- gritó Angelina mientras corría a su lado.
De mi colección. Eso está claro, pero ahora ¡¡¡corre!!!- le respondió Neil mientras aumentaba el ritmo.
- Parece que la granada ha afectado los cimientos de las alcantarillas. Esto se va caer…-comentó Adam con un gesto de preocupación.
Cuando iban corriendo, intentando subir al nivel principal de las alcantarillas, una pieza del suelo se desprendió. Con un acto reflejo, Neil tiró a Adam lejos. Éste cayó contra Angelina y del impulso retrocedieron. Al recuperarse del golpe, Angelina pudo ver que las piernas de su compañero habían quedado sepultadas bajo el inmenso trozo de piedra que se había desprendido. Se quedó horrorizada.
¡¡Deprisa, iros!!- gritó Neil con todas sus fuerzas.
Angelina tardó un poco en reaccionar. Miró a su lado para recoger a su otro compañero, pero éste estaba estirado al lado de la roca.
- Ve a pedir ayuda. Yo me quedo con él. Por favor, hazme caso.
Los ojos de Adam detonaban suspiras de súplica mientras abrazaba el cuerpo de Neil.
Angelina se forzó a irse corriendo hasta llegar al nivel principal y salir.
A fuera estaban los bomberos y los coches de patrulla.
Se escuchó un esllavisamiento más y la entrada quedó colgada.
Días más tardes, todo volvió a la normalidad, pero Angelina siempre recordaría ese día.

2 comentarios:

Teresa dijo...

Es una muy buena redacción y sólo tiene errores (aunque bastante graves) en el uso de palabras incorrectas o catalanismos.
Debes sustituir:extenso,a su gusto,escampados,sujetado,marrón, en medio de,eco,al cabo,detonaban, suspiros,esllavisamiento,tapada...
por: ensordecedor,para su gusto,esparcidos,sujeto,castaño,a media,sonido,en cabeza,denotaban...

Teresa dijo...

miradas, desprendimiento o avalancha, tapada.
"Aparte y afuera" se escribe junto.
"cien por cien" es demasiado coloquial.
"casi" virulento. O es virulento o no lo es.
Vuelve a copiar corregido.