15 noviembre 2012

¿Se puede llegar a la cumbre sin ser un tirano?

¿Quién no ha soñado alguna vez o sueña con llegar a lo más alto? ¿Quién no se ha imaginado a sí mismo siendo alguien importante y admirado por todos? Permítanme que dude de vuestra respuesta si esta es negativa. Y es que a todos nos reconforta el sentirnos reconocidos, el saber que somos alguien y, cómo no, el tener prestigio, fama y dinero.

Ahora bien, ¿cómo llegamos hasta ahí? 

Creo que aquí también tendría cabida uno de los anteriores textos argumentativos: "¿El fin justifica los medios?"; pues, se trata de recorrer un camino para llegar a nuestro fin, en este caso, llegar a la cumbre.

Supongo que muchos eligen la vía "fácil" y no les importa pisar al de al lado o ocupar un puesto que no se merecen. Hay gente egoísta, claro que sí, y gente que nada más piensa en "ellos, ellos y ellos". Supongo también que esta es la idea que habrán defendido muchos de mis compañeros; ya que la verdad es que,  hoy en día más que nunca, las personas que están en la cumbre de la política, o de ámbitos de mucha relevancia, sí son unos auténticos tiranos.

A mí, por eso, me gusta ir un poco más allá y dar votos de confianza. Pienso que hay gente y gente, personas y personas. Por eso no dudo a la hora de defender que, a mi parecer, se puede llegar a la cumbre sin ser un tirano. Para mí es algo tan sencillo como hacer las cosas bien hechas; creo en el karma, en que si uno hace las cosas con buena fe y bien, su recompensa será aún mejor. Sí es cierto, debo decir, que quizás tal y como está el panorama actual, lleno de corrupción y engaño, puede resultar difícil para alguien el conseguir sus propósitos sin realizar, si quiera, un pequeño "acto maléfico" en contra de su "competencia". 

Aún así, llámenme ilusa, creo en las personas hasta que no me demuestren lo contrario y creo, por tanto, que sí existe gente con buena intención capaz de llegar a donde se proponga por sus propios méritos. 

Sé, por otra parte, que en esta vida, ni todos son tan malos ni todos son tan buenos; no todo es blanco y no todo es negro. Pero, ¿qué sería de nosotros si tuvieramos que estar las veinticuatro horas desconfiando de la gente, vigilando con cien ojos? Creo que me volvería loca. Por eso prefiero confiar. Con precaución, pero confiar. No me merece la pena preocuparme, porqué sé que, si debo llevarme una decepción con alguien, me la llevaré igualmente. Y así són las cosas; si algo debe pasar, pasará sin darnos lugar a elección. 

Retomando el tema de la "tiranía", y ya para concluir mi exposición, tan sólo decir que nunca uno puede aferrarse a una sola idea, una sola opinión o un solo criterio. La vida es peculiar, así como nuestra existencia. Por tanto no se puede esperar ni predecir nada; sólamente esperar a ver qué nos depara el futuro.

¿Se puede llegar a la cumbre sin ser un tirano? 

Poder, se puede.

1 comentario:

Teresa dijo...

Muy buen texto argumentativo. Tus únicos errores son ortográficos. Como dice uno de tus compañeros, quizá todo depende de qué entendemos por la cima.